Hace un par de años un amigo me reconoció en petit comité que era masón y me expuso alguna de las teorías, para él certezas, que manejaba la logia. Entre ellas, me anticipó que el futuro del mundo pasaba por las decisiones de un selecto grupo de millonarios que manejaba los hilos en la dirección de que ellos, y sólo ellos, serían propietarios de las cosas mientras que el resto de los mortales seríamos tan solo usufructuarios. Para ello, según él, esos millonarios repartirían sueldos de subsistencia que, cual ciclo del agua, volverían a revertir en ellos vía consumo de productos.

En aquel momento el planteamiento me pareció absolutamente conspiranoico, pero debo reconocer que meses después y alzando la vista al incierto de desarrollo de un año a estrenar y de algunas cosas ya acontecidas no me parece ya tan descabellada la hipótesis.

El mejor ejemplo de que esa senda indicada podría ser real es el del mundo del automóvil, donde a través de la ecoestafa de los coches eléctricos los vehículos han subido y subirán de forma estratosférica hasta el punto en el que no merezca la pena tener en propiedad un bien tan suntuoso, por lo que acabaremos alquilando el transporte de cuatro ruedas como actualmente se hace con motos o patinetes eléctricos.

Consumidores de todo y dueños de nada. Si jugamos con el precio de las cosas e incrementamos la inflación hasta reducir la capacidad adquisitiva a una renta básica, vemos como el capitalismo de las élites y el comunismo se junta por los extremos. Panorama desolador.

Todo esto a vista de pájaro; porque si bajamos el foco a nuestra maltrecha España, que ya es más pobre que Portugal y Polonia, los augurios tampoco son para echar cohetes. Así, vemos como los designios de un país dependen de independentistas condenados y de asesinos reconvertidos en políticos. Asistimos al mantenimiento a toda costa de un ‘progresismo’ que maltrata la Carta Magna y aporrea literalmente el Derecho de Manifestación; que concede pagas a inmigrantes subsaharianos superiores a algunas pensiones de españoles cotizantes mientras los aloja con nuestros impuestos en hoteles insulares de cuatro estrellas.

Jamás pensé que echaría de menos a políticos como Alfonso Guerra o Felipe González, pero ahora me parecen estadistas y demócratas a clonar. No pinta bien. Anticipo más pobreza, más violencia, más crispación y una legislatura que no acabará dentro de cuatro años, quién sabe con qué consecuencias. Suerte a todos.

Paco González 

Periodista

@acogonza1972